La línea de la belleza by Alan Hollinghurst

La línea de la belleza by Alan Hollinghurst

autor:Alan Hollinghurst [Hollinghurst, Alan]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Erótico, Histórico, Sátira
ISBN: 84-339-7087-9
editor: ePubLibre
publicado: 2003-12-31T16:00:00+00:00


10

Sólo una pared separaba la escalera de servicio de la principal, pero había una enorme diferencia entre ellas: la de servicio, estrecha, peligrosa porque no tenía barandilla bajo la luz lóbrega de un tragaluz, con los escalones combados en forma de una abrupta hondonada, giraba apretujada en un profundo hueco gris; por el contrario, la principal, con su gran vuelo, un milagro de vigas voladizas que se bifurcaban y volvían a juntarse, estaba adornada con retratos colgados de príncipes obispos, y al pisarla temblaba el pasamanos, con sus espigas de hierro forjado. Era una gloria, por fin, un placer que iba en aumento, y en cada recodo había unas puertecitas, rojas como los paneles de madera, activadas por palancas debajo de los zapatos de tacón alto y con escarapela del príncipe-obispo, que daban acceso a la escalera de servicio y su penumbra pérfida. Qué rápido, sin darse cuenta, uno pasaba de la una a la otra, en pos del orgulloso Conejo Blanco, un famoso astro del porno cuyo esfínter parpadeaba mientras tañían las campanas, murmuraban los gentíos y revoloteaban las palomas por la ventana de la buhardilla donde Nick despertó y se dio media vuelta de nuevo en su cuartito, en el confortable hastío del hogar.

A su espalda, a la luz filtrada por una cortina, los hábitos inveterados de la casa se le impusieron sin decir una palabra… Wani, por supuesto… sí, Wani… en el coche… y aquella vez con Ricky, fue un escándalo… aunque la casa, históricamente, era un altar erigido al deseo de Toby, casi extinto ya, surgía sólo en estados de nostalgia depravada… aun así, parecía posible… el Toby de tres años antes… en Hawkeswood… la mañana después de la gran fiesta… llamándole a la habitación del rey, sudoroso de resaca bajo una sábana revuelta… «¡Joder, qué noche…!», y luego se precipitó al cuarto de baño… la única vez en que lo vio desnudo… su culo grande, inocente, de remero… ¿ocurrió aquello?… ¿ocurrió lo que sucedió después?… y Wani aquella noche… se encontraron en la escalera… quién lo habría soñado… terciopelo verde oscuro… oh, Dios, Wani en el apartamento… atado a los postes de la cama ojival…

Debía de ser la señora Creeley la que estaba con la madre de Nick en el camino de entrada. Hablaban del coche de Nick, el pequeño Mazda, «un bonito cacharro», lo había calificado el padre de Nick, para minimizar la inquietud de que el hijo se hubiera agenciado una cosa semejante. NG 2485: a la señora Creeley la ilusionaba la matrícula, la señora Guest no estaba tan segura. («Debe de irte muy bien, querido», había dicho ella, con el mismo tono con el que diría: «No tienes buen aspecto, querido»). Palomas torcaces en los árboles, en las gruesas piceas de la fachada, haciendo sus arrullos meditabundos, quién sabría si de aprobación o reproche. Las dos mujeres se alejaron por la grava con su cotilleo, como una lenta red de arrastre: hablaban de la venta del campo, eran sólo sílabas atenuadas por



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